

Afortunadamente aunque la prevalencia es alta (se calcula en un 15% de la población), la mayoría de las veces se trata de un problema leve. A medida que la persona cumple años, la secreción lagrimal disminuye, y si además concurren otros problemas oculares, o el paciente debe instilarse fármacos en colirio diariamente, la sintomatología del ojo seco se acrecienta, y la enfermedad tiende a agravarse. Su tratamiento es difícil ya que raramente es etiológico (de la causa) y las más de las veces nos tenemos que conformar con un tratamiento paliativo pero bastante eficaz, aunque se deberá mantener de por vida. Sólo en casos excepcionales el ojo seco constituye una enfermedad grave que amenace la visión, pero, como siempre, es fundamental diagnosticarlo adecuadamente y a tiempo.

Las lágrimas artificiales son la mejor y muchas veces la única alternativa para el tratamiento de estos enfermos. Existe una amplia gama de productos que proporcionan mayor humedad al ojo, y en algunos casos aportan componentes que pretenden añadir cierto control sobre las manifestaciones inflamatorias. Nuestra función será realizar un correcto diagnóstico, y prescribir el producto más adecuado en cada caso. Desde pomadas oftálmicas nocturnas, lágrimas con o sin conservantes, lágrimas más espesas o más líquidas tendremos que ir buscando la que mejor tolerancia presente y de más alivio a nuestro paciente. También en ocasiones hay que tratar enfermedades que suelen acompañar y agravar a un ojo seco como es la blefaritis, alteraciones palpebrales (ectropión, entropión, distriquiasis), neurológicas (parálisis facial) e inmunológicas.


► Ver Vídeo (en inglés) sobre ojo seco.